lunes, 10 de diciembre de 2012

Way of life. Way of write.

A veces una imagen no es que valga más que mil palabras, sino que interpreta un sentimiento, un pensamiento, una forma de vivir.

Suspirar y poder cerrar los ojos ante los grandes maremotos que nos impiden ver más allá de la situación, y dejar que hasta el último trozo de nuestro cuerpo se erize ante la dulce brisa de una nueva inspiración, dejando que nos llene de arriba a abajo, que nos meta calor en los dedos, para poder volver a moverlos de nuevo y disfrutar del contoneo de la estilográfica, observando cómo entona su dulce melodía, dejando a su paso las huellas de un baile continuo.



Eat it, eat it.

Putrefacción. Sangre.

Es lo único que se sentía en aquella habitación.

Una sensación que se apegaba en la piel, en el pelo y te dejaba una marca en el alma.

Ventanas cerradas, luz apagadas y ratas royendo carne pegajosa y ensangrentada.

Ojos sin vida inyectados en sangre.

Latidos que cesaron hace días, quizá semanas.

Osos de peluche esperando a ser estrujados.

Humedad.

Puertas abiertas.

Siéntelo. Hay aire.

Abre los ojos ya abiertos.

Alguien entra.

Hambre.

Luz.

Siente cómo se acerca.

Cómo se arrodilla ante ti.

Devóralo.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Hi, I'm back again. And again, again, again.


Ver como todo se desmorona en unos pocos instantes.
Sentir cómo todo tú se rompe en mil pedazos, quedarse mirando cómo nadie los recoge.
Quedarse mirando el infinito, sabiendo que es inalcanzable.
Dejar que el pesimismo se abrace al tuétano de tus huesos y aceptarlo dejando que se quede.
Esa dulce agonía que hace que tu cuerpo responda de la peor manera a cualquier gesto.
Saber que nunca pasará.
Esperar un terremoto y dejar que te arrastre por una de sus grietas.
Dejar que se lo lleve el viento.
Saber que esas palabras no son palabras reales, si no simplemente aire.
Cualquiera llegará y las cambiará a su antojo.
Luego viene aceptarlas y tener huevos para salir adelante.
Nadar contracorriente sin atenerse a las consecuencias que conlleva, sin pensar en lo que ocurrirá después, como una idiota, volver al círculo vicioso de aceptar, superar, recaer.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Falls and glasses are a bad blend.



Sigo pensando que es culpa mía.

La caída, esas supuestas caídas y que no te cogiera el teléfono ni te abriera la puerta durante días, semanas.

Que te llamaran al trabajo preguntando por mí, y que te desmoronaras ante la llamada de la policía.

De que me habían encontrado, a la orilla de un río, al lado de un árbol.

Colgada, con un collar de trapo roído por los cuervos.

Te dijeron que llevaba muerta dos semanas, y que no había muerto asfixiada, si no desangrada, por una incisión en el cuello, con lo que parecía ser un cúter, y que la cuerda hecha con trizas de sábanas se había incustrado con fuerza.

Ante tu cara de horror te dijeron que me sacaron el intestino delgado, por una simple incisión en el vientre.

Después, cruzando las manos sobre la mesa, te contaron que se solían escuchar gritos, que las paredes eran prácticamente de papel, y que luego olía a desinfectante por todos lados.

Miraban los arañazos de tus brazos y te contaron que encontraron rastros de ADN en mis uñas, tuyo.

Y que te vieron pasear por el puente del río. Intranquilo, observando a la gente pasar.

Lo mejor viene cuando bebes agua, y empiezas a mordisquear el vaso, cada vez más fuerte, hasta romperlo.

Antes de que el policía se dé cuenta, tragas el cristal, mientras terminas de masticar.

Logran detenerte, logran pedir ayuda.

Su asombro se basa en que aún estás consciente, como si nada.

Lo único en  lo que fallan es en soltarte en cuanto se abre la puerta, ver cómo sales corriendo y te lanzas a la ventana, a volar.




The fire is hungry, come with us.

Una calada de humo entró por sus pulmones, lo que le hizo despertar.

El ambiente olía a putrefacción, y un intenso olor a carne quemada.

Y fuego.

Mucho fuego.

Se sentía desfallecer, se estaba asfixiando y las llamas lamían su piel, convirtiéndola en una masa sanguinolenta y ardiente.

Intentó incorporarse y topó con algo.

Giró la cabeza y gritó.

Era una cabeza medio descompuesta, carente de cabello dado que el fuego lo había extinguido, al igual que los ojos que ahora eran cuencas vacías.

Se levantó como pudo, evitando mirar al suelo, aunque sabía que todo estaba lleno de cadáveres.

Miró a su alrededor, intentando situarse y no bajar jamás la mirada.

Las paredes eran espejos, las cuatro paredes reflejaban el terror de sus rostro y las llamas que fundían la sala.

Arrancó una de las tuberías que administraban el oxígeno al fuego, y empezó a golpear con fuerza uno de los espejos, hasta que con una sonrisa pudo ver cómo un buen trozo golpeaba el suelo.

La respuesta le arrancó la sonrisa.

Aquello no era un espejo.

Los estaban observando.

Cómo se calcinaban. O al menos, controlar que murieran en aquella sala.

Una fosa común.

Antes de poder asimilarlo, el fuego creció y se la tragó por completo.



Forever yours.

Estimada Bridgett,

Mientras escribo estas líneas tu recuerdo flora ante mí, cual espectro.

Las delgadas líneas e recuerdan a tus suaves murmullos a mi oído los sábado noche, donde los ondeos que reproducía tu falda rosa se convertían en los protagonistas.

Solías decirme en aquellas frías noches que el viento susurraba mi nombre, y con toda la dulzura que pude mantener entre mis labios te dije que ese aire eras tú, buscándome, porque yo te necesitaa para poder seguir viviendo.

Entonces tú hacías callar esos susurros con tu risa cristalina que me sacaba y me purificaba el alma hasta hacerme nacer de nuevo.

Ahora mismo tu recuerdo se mece sobre el césped, con aquella serenidad que solías aparentar en todo momento.

Incluso mantenías esa expresión pétrea cuando te sumergías en las aguas cristalinas como tu risa, para no volver jamás.

 Al fin y al cabo, tú solías decir que yo era tu ancla a tierra, y yo solía terminar aquella promesa diciendo que si tú te hundías yo me sumergería contigo, porque ya no me quedaría nada a lo que aferrarme, porque por así decirlo tú eras también mi ancla.

Más ligera,  más pequeña, pero eras mi diminuta y sólida roca a la que aferrarme cuando las olas amenazaban con destruirme por completo.

En estos momentos tu efímero recuerdo baila elegantemente ante mí, recreando el trágico momento del día en el que descendiste a donde yo no podía alcanzarte, hasta este momento.

He tomado mi decisión querida. Voy a por tí, y dejaré esta carta en la orilla como muestra de mi eterno amor.

Tu recuerdo no deja de llamarme, ladeando la cabeza como solías hacer antaño.

Espera, querida mía. En unos instantes estaremos juntos, saboreando el agua que circulará eternamente por nuestras venas.

                                                                                 Siempre tuyo, Charles.








martes, 25 de septiembre de 2012

The same.

Aún recuerdo todo lo que pasó en aquel jodido infierno.

Pero claro, eso fue ayer, y hoy, y será mañana y pasado.

Yo no necesito estar aquí, lo sabía, no estoy loca pero puede que termine por estarlo si paso demasiado tiempo aquí.

Yo solo entré allí para una entrevista, para cocinar, porque a mí me encanta cocinar, me ha gustado cocinar desde siempre y ahora me hacen esto.

En el juicio para defenderme les dije, les dije que si matábamos animales para alimentarnos, ¿porqué no la de los humanos?

Siempre que tuvieran mucha carne, les dije. Porque a los que eran muy flacos sólo les podía sacar los huesos para hacer caldo.

Estuve durante meses haciendo pasteles con ellos, y a la gente le encantaba, venían a la semana siguiente buscando más, porque me habían salido sabrosísimos, me dijeron.

¡Claro que estaban sabrosísimos! Tanto tiempo comiendo de lo mismo es como si alguien ha vivido de la mortadela, luego si le das un trozo de lomo reaccionaría como si fuera un jamón de jabugo.

¿Ves como es lo mismo? Le dije yo al juez.

No me hizo caso, y me acusó de locura.

¿LOCURA? ¿YO? Me eché a reír allí mismo, hasta llorar incluso de aquel chiste.

Y cómo pica la camisa de fuerza...




viernes, 21 de septiembre de 2012

Agony.

- Eh, vamos, tranquilízate, anda... - musitó al ver que había empezado a juguetear con su navaja, aquella que había visto afilar tantas veces, y ahora relucía, mortífera.

Pero él se acercó aún más, casi acorralándola contra la pared, mirándola desde arriba, mientras ella comenzó a llorar mientras sentía como su respiración aterrizaba en su pelo, una respiración agitada, enfadada.

- A tí nunca te han hecho daño, ¿verdad? Claro, claro que no. Siempre sonriendo, riendo y revoloteando mientras miras por encima de todas las personas que sufren - rió con una sonora carcajada, notando como ella se estremecía, y cuando pronunció la última palabra con dureza, le pegó un puñetazo en la cara, que la tiró al suelo, ya incapaz de moverse, paralizada por el terror, notó como su mandíbula empezaba a agarrotarse. - Oh, venga. ¿Porqué estás tan seria? - dijo con un deje de ironía, ladeando la cabeza.- Ven aquí que te dibuje una sonrisa...

Le perforó la mejilla, no sin antes sujetarle la cabeza contra el asfalto, estremeciéndose de placer al escuchar sus gritos, al salpicarse las manos de sangre, al deslizar la navaja hacia la comisura de sus labios.
A continuación le giró la cabeza, y con una sonrisa vio que había perdido el conocimiento.
Era una pena, ya no gritaría.

Hizo lo mismo con la otra mejilla, y limpió la navaja en la camiseta de ella.

Se levantó, procurando pisar el charco de sangre, y se fue de allí, caminando, sin mirar atrás.

Slowly.

-No hagas ruido. Podrían descubrirnos- susurró, nervioso.

La volvió a mirar. La capucha negra ocultaba la mayoría de sus rastros, y hoy que había luna llena había podido ver sus labios, pintados de negro. También se destacaba su piel pálida.

Muy pocas veces la había visto un poco más, se ocultaba tras la capucha y lo único que había podido dislumbrar había sido la sombra de sus pestañas.

- No soy idiota. Eres tú el que rompe las ramas secas- replicó, levantándose de golpe ante la sopresa del otro, que pareció dudar unos instantes antes de seguirla, con cuidado de no ser él el que pisara hojas e hiciera ruido.

Ante él caminaba Bridgett con una pala al hombro.
Como siempre, vestían completamente de negro para mezclarse con la oscuridad.

Al llegar a un punto determinado, según escogió ella, empezaron a cavar, en silencio.

- ¿Notas como te observan? - la encapuchada le miró, o mejor dicho inclinó la cabeza hacia él.

- ¿Quién?- murmuró extrañado, mirando alrededor, mientras terminaban de cavar el hoyo.
Mientras tanto se preguntó porqué estaban cavando en aquel descampado alejado de la mano de Dios, que porqué Bridgett le había llevado hasta allí.

Entonces giró la cabeza, volviéndola a mirar.
No pudo evitar sorprenderse. Se había quitado la capucha.
Era hermosa en cierta manera, con una cabellera rubia casi blanca, con unos ojos anaranjados, así que supuso que eran lentillas.

Se fijó en que de una de las comisuras de los labios se extendía una cicatriz en forma de media sonrisa, que en estos momentos se mezclaba con la suya propia.

Pero empuñaba una pistola.
Y le apuntaba a la cabeza.

- Los cuervos - sentenció ella, antes de apretar el gatillo.







viernes, 31 de agosto de 2012

The way.

- Odio que esta sea la forma de demostrarte que te quiero. Hay demasiadas. - dijo, mirándome a los ojos.
Tragué saliva.
- ¿Cuál?
- Pasando contigo una semana en el hospital. Porque sé que no se lo contarás a nadie, y cuando pase, ya será demasiado tarde. No me gusta que yo sea la única persona en la que puedas apoyarte.
 Que sepas, que dejo que vomites, pero no me gusta, y sé que no puedo obligarte. Porque sé que lo de las muñecas lo veo, pero lo demás no sé cuando lo haces, y sólo me entero cuando me lo cuentas, y eso te lo agradezco mucho.
Es que... ¿cuál opinión sobre tu aspecto valoras más, la mía o la de los demás?
- Lo cierto es que siempre me han dado igual, no me afectan, tan sólo cómo me veo a mí misma.
-Pero es que cariño, no lo estás. Si te miras al espejo y te ves...gorda, no lo estás. Eso es un problema de aquí - Toca mi frente.

Heartless.

La volvió a mirar. Seguía allí, sin moverse, por supuesto. Le había inyectado un chute de sedante para que dejara de gritar, pero de todos modos se despertaría de un momento a otro.
Su pelo había perdido color, había perdido vida en las tres semanas que llevaba postrada en aquella camilla.
Sus constantes vitales flaqueaban cada dos por tres, y había estado a punto de perderla varias veces pero el hecho de tener conocimientos médicos y estar en un sótano le habían permitido mantenerla con vida.
Miró su cuerpo medio desnudo, tapado por una sábana. Las múltiples heridas creadas alrededor de las muñecas por intentar quitarse las correas que utilizaba de vez en cuando, las veces en las que no paraba de convulsionarse.
Suspiró. Si pensaba soltarse lo llevaba claro.
Le rozó la cara con las llemas de los dedos, con cuidado para no transmitirle tanto veneno como él desearía.
Observó, con una expresión neutra, cómo un rastro negro se iba creando a través del contacto, para después diluirse.
Escuchó cómo sus latidos empezaban a aumentar peligrosamente, y retiró la mano, cansado.
Fue a por los cables, como otras innumerables veces, y esperó a que dejara de latir para meterle la descarga.
Suspiró cuando volvió a vivir, y se sentó en una silla.
Algún día lograría tocarla sin temor a matarla, algún día.
- Lo que uno hace por amor - suspiró.

viernes, 24 de agosto de 2012

Nevermore.

Envío el mensaje, después de teclear y borrar, teclear y borrar sucesivamente hasta encontrar las palabras para intentar explicarte que todo había acabado y que nunca volverían aquellos "momentos" de tranquilidad que solíamos tener entre los dos.
Que estaba harta de que me gritaras y después te arrepintieras llorando de lo que me habías dicho, estando yo escondida en el fondo del armario.
Que me dolían tus golpes, los arañazos y los golpes contra la encimera.
Sigo recordando algunas duchas en las que la sangre era la protagonista, junto con la semana sin salir del dormitorio con el candado puesto y tus gritos golpeando la puerta, rebotando en mi cabeza.
Pero ahora pienso que todo ha acabado.
Incluso te visualizo gritando estupideces cuando leas mi mensaje.
Viendo las maletas, tus maletas en la entrada de nuestra casa, que ya nunca más será de los dos.
Incluso consigo esbozar una media sonrisa, un tanto macabra, cuando te oigo entrar por la puerta, cerrándola de golpe.
Cuando te acercas a mí.
Te agachas, dado que aún estoy sentada en el suelo, con el móvil entre las manos.
Y entonces cuando cierro los ojos, te oigo levantarte y marcharte.
Cuando los vuelvo a abrir, temblando de puro terror, simplemente consigo poner el brazo para detener el golpe que hace que mi cabeza reviente sobre la pared, y que te vea con motas negras de por medio.
Eso me hace sentir que nunca, nunca más podrás hacer que llore.
Por que yo he dado un paso, y tu has retrocedido dos.

martes, 7 de agosto de 2012

Paradoja.

Prólogo.

Estás destrozando tu vida. Lo sabes, pero no quieres reconocerlo.
Esa persona lo está destrozando todo. Te está destrozando.
Una vida cambia cada momento más rápido.
Cualquier cosa, que te lleve al pasado, déjala estar.
Te podrías dejar por los recuerdos... Posiblemente, los malos. Y te podría dejar atormentada para toda la vida. Así, que ya sabes. Tranquilízate, respira, y todo volverá a la normalidad.
Cierra los ojos. Piensa en él y todo irá bien. No lo dudes...
Por que él es tu enlace a la vida. Por que tú vives de sus risas, sus sonrisas y su forma de hablarte. Porque si le perdieras ya no serías tú.
Y si él te hiciera daño... Ya sabes, ahora las paradojas se llevan mucho.
Cuando él te daña... Sabes que puedes seguir viviendo.
Pero…
Si odias todo sobre él, ¿por qué le amas?
Ahora, te ha dejado. Has ido destrozando tu vida lentamente, haciendo daño a tus seres mas queridos. Y sabes que no te perdonaran, la mayoría. ¿Recuerdas cuando escribías en indeleble, pensando en que todo saldría perfecto? Ahora intentas borrarlo, y no puedes. Simplemente lo tachas pero sigue presente. Debajo de recuerdos agridulces…
Venga, deberías rasgar su foto de tu pared, rásgalo y quemarlo todo… Préndele fuego y vete lejos, porque ya no hay nada que decir.
Entonces, coge las cenizas del suelo y entierralo todo, solo para estar seguros.. de que nada mas queda de el.
Solo recuerdos Agridulces.
Recuerdos...
¿Sabes?, hablaremos en serio a partir de hora. Te estas jodiendo la vida, tu vida. Algo con lo que no deberías jugar.
No juegues con fuego, no te lo recomiendo. Las quemaduras podrían hacerte heridas muy graves… Peores que las que tienes ahora. Respira, venga, levántate y sigue caminando. Vuelve a ser la que eras, aunque dudo que algún día puedas volver a ser la que eras.
Recuerdalo, algunas cosas te dejan marca. Demasiadas.
Te lo advertí, y te remorderás interiormente. Ah, Erzebet. Eres estúpida.
Un día te caerás, y no te volverás a levantar.
Y, ya no hay buen samaritano que te ayude a recuperarte.
Te estas volviendo antisocial, cielo.
Fdo., tu conciencia.
 
Pasado.
Oye, Erzebet, me estás hartando. No se para que te advertí. No me has hecho caso. No te levantaste, se te esta pasando la oportunidad.
Va, no me hartes, o sabes que me iré. ¿Es lo que quieres, en serio? No me lo creo ni yo. Sin él no sabes vivir. Yo te mantengo viva. Yo te intentaba hablar para que resistieras. Cielo, ya esta. ¿Sabes? Ganaste. Me iré. Pero te quedaras tú sola. ¿Podrás resistirlo? Volverás a recordar los momentos que no desearías ni deberías recordar. Te caerá todo como una losa. Una maldición. Eso, y le recordaras a él.
Adiós, cuídate, o haz lo que te de la gana. Estás sola.
Fdo., tu conciencia.

Presente.

Temblé. A lo largo de todas estas semanas me he ido apartando de todo. Me he quedado sola. He apartado a mis amigos de un empujón. Creo… que no los voy a recuperar. Pero era hora de enfrentarme a esa persona que me había copiado, que había cortado mis hilos con la gente que me importaba. La que había hecho que rompiera con mi pareja.
Me levanté, y la miré con un cuchillo en las manos. La miré, desafiante, y ella me devolvió la mirada, con la misma expresión. Tragué saliva.
- Tú… Tú me has apartado de todo. Has hecho que rompiera con mi novio. Has hecho que odie a todo el mundo. Antes, eras mi amiga. ¿Por qué me has hecho esto? Te odio.
No me respondió, dijo la misma retahíla de palabras a la vez. Sonreí, ya que iba a acabar pronto, muy pronto. Me cambié el cuchillo de mano, ella me copió. Detestaba eso.
- ¿Sabes? Esto, se acabó. Para tí y para mí.
La miré mientras en un rápido movimiento me clavé el cuchillo en el pecho, boqueando, y soltando las lágrimas que había estado conteniendo durante toda la conversacion. La miré, ella también lloraba. Miré sus ojos, mis ojos, mirándonos mutuamente a través de un espejo, hasta que se me nubló la vista.

Por que… No hay nada peor que tener como enemigo a ti mismo. No hay nada, te lo aseguro.
 
 
 

 Relato propio, finalista del VI Concurso Literario "Los Mejores Relatos Breves Juveniles de la Provincia de Alicante 2011"

martes, 5 de junio de 2012

Y antes de arrepentirse, perdió uno de cada uno de sus sentidos.

Creo oír tu voz, de lejos. Intento descifrar las palabras que salen de tus labios, pero estoy demasiado atontada como para concentrarme en algo tan sencillo. Aún recuerdo el golpe de mi cabeza sobre la encimera. Me sigue rebotando en los oídos. Luego el ruido de llaves, el ruido de los pasos repentinamente incrementados al recibir mi anterior llamada. Huelo tu arrepentimiento de no cumplir la frase "Ya llenaré el depósito mañana",
Noto cómo me pasas el brazo por debajo de la espalda, cómo unas gotas de algún líquido cálido caen sobre mí. Supongo que serán lágrimas.
Oigo una sirena a lo lejos, lo que parece que ha llegado a despertar en ti aquella adrenalina que hace que me cojas en brazos fuertemente, me lleves hasta el coche.
Sabes que llevo mucho tiempo allí, sabes que odiabas el que yo decía que me quería irme para siempre, descansar. Eso es lo que yo deseo, morir feliz, aún sabiendo que soy una cobarde por quitarme la vida tan rastreramente, sin pensar en los demás. Sin pensar en que tú me verías así, tirada en el suelo.
Noto como me abrochas el cinturón y mi cabeza da botes contra el cristal mientras no dejas de acelerar cada vez más.
Recuerdo cómo solías bajas las ventanillas cuando acelerabas, para que el ruido del viento acallara tus pensamientos. Recuerdo el dulce tacto de la yema de tus dedos contra mi rostro, cómo decías que me querías, el impacto que esas dos palabras tan simples causaba en mí cuando salían de tus labios, y cuando decías que no sobrevivirías el perderme.
Creo que ya llega, el momento de aquella extraña satisfacción, y antes de llegar a nuestro destino pierdo cada uno de mis sentidos.
                     
                                                                                                                                                  (13:58)