viernes, 31 de agosto de 2012

Heartless.

La volvió a mirar. Seguía allí, sin moverse, por supuesto. Le había inyectado un chute de sedante para que dejara de gritar, pero de todos modos se despertaría de un momento a otro.
Su pelo había perdido color, había perdido vida en las tres semanas que llevaba postrada en aquella camilla.
Sus constantes vitales flaqueaban cada dos por tres, y había estado a punto de perderla varias veces pero el hecho de tener conocimientos médicos y estar en un sótano le habían permitido mantenerla con vida.
Miró su cuerpo medio desnudo, tapado por una sábana. Las múltiples heridas creadas alrededor de las muñecas por intentar quitarse las correas que utilizaba de vez en cuando, las veces en las que no paraba de convulsionarse.
Suspiró. Si pensaba soltarse lo llevaba claro.
Le rozó la cara con las llemas de los dedos, con cuidado para no transmitirle tanto veneno como él desearía.
Observó, con una expresión neutra, cómo un rastro negro se iba creando a través del contacto, para después diluirse.
Escuchó cómo sus latidos empezaban a aumentar peligrosamente, y retiró la mano, cansado.
Fue a por los cables, como otras innumerables veces, y esperó a que dejara de latir para meterle la descarga.
Suspiró cuando volvió a vivir, y se sentó en una silla.
Algún día lograría tocarla sin temor a matarla, algún día.
- Lo que uno hace por amor - suspiró.

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