viernes, 24 de agosto de 2012

Nevermore.

Envío el mensaje, después de teclear y borrar, teclear y borrar sucesivamente hasta encontrar las palabras para intentar explicarte que todo había acabado y que nunca volverían aquellos "momentos" de tranquilidad que solíamos tener entre los dos.
Que estaba harta de que me gritaras y después te arrepintieras llorando de lo que me habías dicho, estando yo escondida en el fondo del armario.
Que me dolían tus golpes, los arañazos y los golpes contra la encimera.
Sigo recordando algunas duchas en las que la sangre era la protagonista, junto con la semana sin salir del dormitorio con el candado puesto y tus gritos golpeando la puerta, rebotando en mi cabeza.
Pero ahora pienso que todo ha acabado.
Incluso te visualizo gritando estupideces cuando leas mi mensaje.
Viendo las maletas, tus maletas en la entrada de nuestra casa, que ya nunca más será de los dos.
Incluso consigo esbozar una media sonrisa, un tanto macabra, cuando te oigo entrar por la puerta, cerrándola de golpe.
Cuando te acercas a mí.
Te agachas, dado que aún estoy sentada en el suelo, con el móvil entre las manos.
Y entonces cuando cierro los ojos, te oigo levantarte y marcharte.
Cuando los vuelvo a abrir, temblando de puro terror, simplemente consigo poner el brazo para detener el golpe que hace que mi cabeza reviente sobre la pared, y que te vea con motas negras de por medio.
Eso me hace sentir que nunca, nunca más podrás hacer que llore.
Por que yo he dado un paso, y tu has retrocedido dos.

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