miércoles, 10 de octubre de 2012

Falls and glasses are a bad blend.



Sigo pensando que es culpa mía.

La caída, esas supuestas caídas y que no te cogiera el teléfono ni te abriera la puerta durante días, semanas.

Que te llamaran al trabajo preguntando por mí, y que te desmoronaras ante la llamada de la policía.

De que me habían encontrado, a la orilla de un río, al lado de un árbol.

Colgada, con un collar de trapo roído por los cuervos.

Te dijeron que llevaba muerta dos semanas, y que no había muerto asfixiada, si no desangrada, por una incisión en el cuello, con lo que parecía ser un cúter, y que la cuerda hecha con trizas de sábanas se había incustrado con fuerza.

Ante tu cara de horror te dijeron que me sacaron el intestino delgado, por una simple incisión en el vientre.

Después, cruzando las manos sobre la mesa, te contaron que se solían escuchar gritos, que las paredes eran prácticamente de papel, y que luego olía a desinfectante por todos lados.

Miraban los arañazos de tus brazos y te contaron que encontraron rastros de ADN en mis uñas, tuyo.

Y que te vieron pasear por el puente del río. Intranquilo, observando a la gente pasar.

Lo mejor viene cuando bebes agua, y empiezas a mordisquear el vaso, cada vez más fuerte, hasta romperlo.

Antes de que el policía se dé cuenta, tragas el cristal, mientras terminas de masticar.

Logran detenerte, logran pedir ayuda.

Su asombro se basa en que aún estás consciente, como si nada.

Lo único en  lo que fallan es en soltarte en cuanto se abre la puerta, ver cómo sales corriendo y te lanzas a la ventana, a volar.




The fire is hungry, come with us.

Una calada de humo entró por sus pulmones, lo que le hizo despertar.

El ambiente olía a putrefacción, y un intenso olor a carne quemada.

Y fuego.

Mucho fuego.

Se sentía desfallecer, se estaba asfixiando y las llamas lamían su piel, convirtiéndola en una masa sanguinolenta y ardiente.

Intentó incorporarse y topó con algo.

Giró la cabeza y gritó.

Era una cabeza medio descompuesta, carente de cabello dado que el fuego lo había extinguido, al igual que los ojos que ahora eran cuencas vacías.

Se levantó como pudo, evitando mirar al suelo, aunque sabía que todo estaba lleno de cadáveres.

Miró a su alrededor, intentando situarse y no bajar jamás la mirada.

Las paredes eran espejos, las cuatro paredes reflejaban el terror de sus rostro y las llamas que fundían la sala.

Arrancó una de las tuberías que administraban el oxígeno al fuego, y empezó a golpear con fuerza uno de los espejos, hasta que con una sonrisa pudo ver cómo un buen trozo golpeaba el suelo.

La respuesta le arrancó la sonrisa.

Aquello no era un espejo.

Los estaban observando.

Cómo se calcinaban. O al menos, controlar que murieran en aquella sala.

Una fosa común.

Antes de poder asimilarlo, el fuego creció y se la tragó por completo.



Forever yours.

Estimada Bridgett,

Mientras escribo estas líneas tu recuerdo flora ante mí, cual espectro.

Las delgadas líneas e recuerdan a tus suaves murmullos a mi oído los sábado noche, donde los ondeos que reproducía tu falda rosa se convertían en los protagonistas.

Solías decirme en aquellas frías noches que el viento susurraba mi nombre, y con toda la dulzura que pude mantener entre mis labios te dije que ese aire eras tú, buscándome, porque yo te necesitaa para poder seguir viviendo.

Entonces tú hacías callar esos susurros con tu risa cristalina que me sacaba y me purificaba el alma hasta hacerme nacer de nuevo.

Ahora mismo tu recuerdo se mece sobre el césped, con aquella serenidad que solías aparentar en todo momento.

Incluso mantenías esa expresión pétrea cuando te sumergías en las aguas cristalinas como tu risa, para no volver jamás.

 Al fin y al cabo, tú solías decir que yo era tu ancla a tierra, y yo solía terminar aquella promesa diciendo que si tú te hundías yo me sumergería contigo, porque ya no me quedaría nada a lo que aferrarme, porque por así decirlo tú eras también mi ancla.

Más ligera,  más pequeña, pero eras mi diminuta y sólida roca a la que aferrarme cuando las olas amenazaban con destruirme por completo.

En estos momentos tu efímero recuerdo baila elegantemente ante mí, recreando el trágico momento del día en el que descendiste a donde yo no podía alcanzarte, hasta este momento.

He tomado mi decisión querida. Voy a por tí, y dejaré esta carta en la orilla como muestra de mi eterno amor.

Tu recuerdo no deja de llamarme, ladeando la cabeza como solías hacer antaño.

Espera, querida mía. En unos instantes estaremos juntos, saboreando el agua que circulará eternamente por nuestras venas.

                                                                                 Siempre tuyo, Charles.