miércoles, 10 de octubre de 2012

Forever yours.

Estimada Bridgett,

Mientras escribo estas líneas tu recuerdo flora ante mí, cual espectro.

Las delgadas líneas e recuerdan a tus suaves murmullos a mi oído los sábado noche, donde los ondeos que reproducía tu falda rosa se convertían en los protagonistas.

Solías decirme en aquellas frías noches que el viento susurraba mi nombre, y con toda la dulzura que pude mantener entre mis labios te dije que ese aire eras tú, buscándome, porque yo te necesitaa para poder seguir viviendo.

Entonces tú hacías callar esos susurros con tu risa cristalina que me sacaba y me purificaba el alma hasta hacerme nacer de nuevo.

Ahora mismo tu recuerdo se mece sobre el césped, con aquella serenidad que solías aparentar en todo momento.

Incluso mantenías esa expresión pétrea cuando te sumergías en las aguas cristalinas como tu risa, para no volver jamás.

 Al fin y al cabo, tú solías decir que yo era tu ancla a tierra, y yo solía terminar aquella promesa diciendo que si tú te hundías yo me sumergería contigo, porque ya no me quedaría nada a lo que aferrarme, porque por así decirlo tú eras también mi ancla.

Más ligera,  más pequeña, pero eras mi diminuta y sólida roca a la que aferrarme cuando las olas amenazaban con destruirme por completo.

En estos momentos tu efímero recuerdo baila elegantemente ante mí, recreando el trágico momento del día en el que descendiste a donde yo no podía alcanzarte, hasta este momento.

He tomado mi decisión querida. Voy a por tí, y dejaré esta carta en la orilla como muestra de mi eterno amor.

Tu recuerdo no deja de llamarme, ladeando la cabeza como solías hacer antaño.

Espera, querida mía. En unos instantes estaremos juntos, saboreando el agua que circulará eternamente por nuestras venas.

                                                                                 Siempre tuyo, Charles.








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