viernes, 21 de septiembre de 2012

Slowly.

-No hagas ruido. Podrían descubrirnos- susurró, nervioso.

La volvió a mirar. La capucha negra ocultaba la mayoría de sus rastros, y hoy que había luna llena había podido ver sus labios, pintados de negro. También se destacaba su piel pálida.

Muy pocas veces la había visto un poco más, se ocultaba tras la capucha y lo único que había podido dislumbrar había sido la sombra de sus pestañas.

- No soy idiota. Eres tú el que rompe las ramas secas- replicó, levantándose de golpe ante la sopresa del otro, que pareció dudar unos instantes antes de seguirla, con cuidado de no ser él el que pisara hojas e hiciera ruido.

Ante él caminaba Bridgett con una pala al hombro.
Como siempre, vestían completamente de negro para mezclarse con la oscuridad.

Al llegar a un punto determinado, según escogió ella, empezaron a cavar, en silencio.

- ¿Notas como te observan? - la encapuchada le miró, o mejor dicho inclinó la cabeza hacia él.

- ¿Quién?- murmuró extrañado, mirando alrededor, mientras terminaban de cavar el hoyo.
Mientras tanto se preguntó porqué estaban cavando en aquel descampado alejado de la mano de Dios, que porqué Bridgett le había llevado hasta allí.

Entonces giró la cabeza, volviéndola a mirar.
No pudo evitar sorprenderse. Se había quitado la capucha.
Era hermosa en cierta manera, con una cabellera rubia casi blanca, con unos ojos anaranjados, así que supuso que eran lentillas.

Se fijó en que de una de las comisuras de los labios se extendía una cicatriz en forma de media sonrisa, que en estos momentos se mezclaba con la suya propia.

Pero empuñaba una pistola.
Y le apuntaba a la cabeza.

- Los cuervos - sentenció ella, antes de apretar el gatillo.







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