viernes, 21 de septiembre de 2012

Agony.

- Eh, vamos, tranquilízate, anda... - musitó al ver que había empezado a juguetear con su navaja, aquella que había visto afilar tantas veces, y ahora relucía, mortífera.

Pero él se acercó aún más, casi acorralándola contra la pared, mirándola desde arriba, mientras ella comenzó a llorar mientras sentía como su respiración aterrizaba en su pelo, una respiración agitada, enfadada.

- A tí nunca te han hecho daño, ¿verdad? Claro, claro que no. Siempre sonriendo, riendo y revoloteando mientras miras por encima de todas las personas que sufren - rió con una sonora carcajada, notando como ella se estremecía, y cuando pronunció la última palabra con dureza, le pegó un puñetazo en la cara, que la tiró al suelo, ya incapaz de moverse, paralizada por el terror, notó como su mandíbula empezaba a agarrotarse. - Oh, venga. ¿Porqué estás tan seria? - dijo con un deje de ironía, ladeando la cabeza.- Ven aquí que te dibuje una sonrisa...

Le perforó la mejilla, no sin antes sujetarle la cabeza contra el asfalto, estremeciéndose de placer al escuchar sus gritos, al salpicarse las manos de sangre, al deslizar la navaja hacia la comisura de sus labios.
A continuación le giró la cabeza, y con una sonrisa vio que había perdido el conocimiento.
Era una pena, ya no gritaría.

Hizo lo mismo con la otra mejilla, y limpió la navaja en la camiseta de ella.

Se levantó, procurando pisar el charco de sangre, y se fue de allí, caminando, sin mirar atrás.

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