lunes, 10 de diciembre de 2012

Eat it, eat it.

Putrefacción. Sangre.

Es lo único que se sentía en aquella habitación.

Una sensación que se apegaba en la piel, en el pelo y te dejaba una marca en el alma.

Ventanas cerradas, luz apagadas y ratas royendo carne pegajosa y ensangrentada.

Ojos sin vida inyectados en sangre.

Latidos que cesaron hace días, quizá semanas.

Osos de peluche esperando a ser estrujados.

Humedad.

Puertas abiertas.

Siéntelo. Hay aire.

Abre los ojos ya abiertos.

Alguien entra.

Hambre.

Luz.

Siente cómo se acerca.

Cómo se arrodilla ante ti.

Devóralo.

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