Putrefacción. Sangre.
Es lo único que se sentía en aquella habitación.
Una sensación que se apegaba en la piel, en el pelo y te dejaba una marca en el alma.
Ventanas cerradas, luz apagadas y ratas royendo carne pegajosa y ensangrentada.
Ojos sin vida inyectados en sangre.
Latidos que cesaron hace días, quizá semanas.
Osos de peluche esperando a ser estrujados.
Humedad.
Puertas abiertas.
Siéntelo. Hay aire.
Abre los ojos ya abiertos.
Alguien entra.
Hambre.
Luz.
Siente cómo se acerca.
Cómo se arrodilla ante ti.
Devóralo.
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