Supongo que a veces todo se nos escapa de las manos, sin vuelta atrás.
Ya sólo nos queda dejarnos caer a través de las paredes para evitar pasar por el temido pasillo repleto de momentos atrapados en papel fotográfico.
Las otras opciones siempre son más dolorosas, pero a estas alturas, ¿qué no es doloroso ya?
Cuando no sabemos a dónde escapar solemos quedarnos estancados en el mismo sitio, como si esperásemos a que algún anzuelo nos enganche de lo poco que quedara de uno mismo; lo que no se hubiera consumido gracias a los golpes de las olas, afiladas como cuchillas; para sacarnos a flote.
Siempre estará el afamado juego de la ruleta rusa, y entrará la posibilidad de que toque la bala que nos devuelva al fondo del mar.
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